Pues bien, estoy segura que muchos hemos dicho (y me incluyo porque antes de que estudiará Psicología yo también cometía ese error) que todo lo que sentimos proviene del corazón, pero lo cierto es que lo que sentimos en nuestro sistema cardiovascular es simplemente una reacción provocada por el cerebro.
Algunas civilizaciones antiguas creían que el alma se ubicaba en el corazón, y era allí de donde surgían los sentimientos y emociones. Tanto así que la palabra «recordar» (que hoy relacionamos con la memoria y sabemos que la memoria está en el cerebro) significa «volver a pasar por el corazón». Pero más allá de la concepción mitológica del corazón, hoy conocemos sus funciones y sabemos que nada tiene que ver con los sentimientos, pensamientos y recuerdos.
¿Por qué continuamos relacionando el corazón con las emociones y, en particular, el amor? ¿Qué tiene que ver el corazón con el amor? Bueno, el amor aún es un gran misterio para la ciencia, pero los científicos tienen algunas pistas de por qué sentimos algunas emociones como si salieran de nuestro corazón.
Solemos relacionar al corazón con el amor y los sentimientos, pero lo cierto es que, por más que Aristóteles lo describiera así hace miles de años, este órgano se dedica principalmente a mantenernos vivos. Con el paso del tiempo aprendimos mucho sobre el órgano más importante del cuerpo humano y por años creímos que el corazón en realidad nada tenía que ver con lo que sentíamos, pero nuevos estudios científicos determinar que Aristóteles no estaba tan perdido después de todo y que el corazón sí tiene un rol emocional.
Los científicos creen que los humanos sentimos las emociones físicamente en nuestro pecho y abdomen debido a una reacción cerebral específica que ocurre en el cortex del cíngulo anterior (CCA) o circunvolución del cíngulo anterior. En diferentes estudios se observó que esta región del cerebro se activa especialmente ante situaciones estresantes o muy emotivas. Además, se sabe que esta región está vinculada a la regulación de algunas funciones autónomas como la presión sanguínea y el ritmo cardíaco por lo tanto la relación entre las emociones fuertes y las sensaciones físicas se torna evidente.
Con la información de que el cerebro genera emociones de acuerdo a las señales fisiológicas del cuerpo, sin necesidad de que sean negativas, sino neutras, ya que cuando estamos expuestos a estrés o enfermos, el sistema somatosensorial (que capta las señales en terminaciones nerviosas en diferentes zonas del cuerpo) advierte al cerebro de un posible estado de peligro o necesidad de defenderse.
El corazón es muy poderoso, incluso en ocasiones puede que más que la mente. Cuando sentimos algo muy intensamente como el amor, se generan ciertas sustancias que impiden que veamos todo tal y como es. Pero que se nos haga difícil escuchar a nuestra razón no es el único problema, sino que hay veces en las que la hemos escuchado y, aun así, no queremos hacerle caso porque sentimos que nuestros sentimientos tienen razón.
Por eso, cualquier cambio en el corazón, desata diferentes comportamientos de forma primitiva y, si estos cambios son grandes y duran bastante tiempo, pueden modificar la personalidad y hasta la forma de tomar decisiones y actuar a nivel de emociones.
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