Todos tenemos un amor cabrón, un amor perro, un amor canalla... un amor que nos ha jodido antes, durante y después la existencia, por el que hemos perdido incontables horas de vida. Todos tenemos un amor que nos quería muchísimo, aunque lo hiciera rematadamente mal. Pero nos quería muchísimo, por si no ha quedado bastante claro. Un amor que nos adoraba... a cachos/trozos/ratos. Un amor que no se cansaba de decirnos lo loco que estaba por nosotros, pese a que, continuamente, nos demostrara lo poco que le importábamos. Nosotros nos quedábamos siempre con la primera parte. Con las benditas (malditas) palabras, qué más daban los (des)hechos. Un amor del que sólo recibíamos migajas, de esas a las que nos aferrábamos, de esas con las que nos conformábamos... porque al menos era algo, al menos había algo, al menos nos daban algo... tampoco podíamos quejarnos...
Todos hemos tenido mariposas hijas de puta revoloteando por nuestras entrañas, que nos confundían y nos hacían pensar que como ese amor, ninguno. Que como amamos esa vez, no íbamos a volver a amar. Que si no era de esa manera, no podía ser de ninguna otra.
Qué tristeza, qué decepción, qué crueldad más absoluta... si sólo pudiéramos amar al que peor nos ha amado. Si sólo mereciéramos un amor tan cabrón, un amor tan perro, un amor tan canalla.
Qué venganza más dulce darte cuenta de lo equivocado que estabas.
Todos hemos tenido mariposas hijas de puta revoloteando por nuestras entrañas, que nos confundían y nos hacían pensar que como ese amor, ninguno. Que como amamos esa vez, no íbamos a volver a amar. Que si no era de esa manera, no podía ser de ninguna otra.
Qué tristeza, qué decepción, qué crueldad más absoluta... si sólo pudiéramos amar al que peor nos ha amado. Si sólo mereciéramos un amor tan cabrón, un amor tan perro, un amor tan canalla.
Qué venganza más dulce darte cuenta de lo equivocado que estabas.
Comentarios
Publicar un comentario