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Mis hombros duelen a montones. Supongo que es el estrés por pensar demasiado en un montón de cosas; cuestiones que acabarán dejándome en una calle sin retorno. Así, estilo titular de periódico sensacionalista. Así siento que es mi vida ahora, llena de problemas y transiciones por la edad.
Mis padres no me lo hacen fácil. Me educaron con esa sobreproctección que hoy no me permite tomar decisiones fácilmente. Pero, no hay que hablar de ello ahora, sino de lo que me pone a llorar en éste instante mientras escribo: crecer.
Me da un pánico terrible despertar y ver que debo tomar un millón de decisiones. Cosas que dependen de hacer todo bien, porque sino todo se viene abajo. Papá con su carácter, mi hermano en la adolescencia, mi madre sin dormir y yo tratando de buscar plata; con esa tendencia horrible a deprimirme por mis errores y fracasos, sin un amigo decente que no sea mi pareja, sin una amiga que que pueda llegar a escucharme y consolarme más allá de un teléfono . Ese con quien tengo una relación tensa por las responsabilidades de ser adultos y una universidad que nos separa (entre otras cosas. Es extraño ser tan miserable como para llegar al punto de escribir mis problemas a cientos de desconocidos, pero supongo que ésto hace la gente, no soy la primera.
Estoy hasta el cuello de mi familia y su puta hipocresía. De la familia de mi padre y su dependencia hacia él. ¡Estoy hasta el culo de la mentalidad de la gente! ¿y yo? ¡Ja! también hago parte, también me equivoco y me harta estar rodeada de gente incapaz de aceptar su humanidad.
¿Mi único consuelo? Escribir. Acá vuelvo a la misma mierda: mi familia y falta de amigos. Mi miserable vida que gira en torno a una universidad que detesto, una carrera que me apasiona y escogí por tratar de descifrar que es lo que haré para cambiar y mejorar el mundo. Una universidad que vive en paro y me deja en éste maldito sitio a diario, pensando en volver a intentar matarme, pero sabiendo que no debo hacerlo porque mis ganas de vivir radican en no  darle problemas a las personas que inevitablemente amo. Gente que vive sin aceptar, que por culpa de una mala gestión de gobierno no tienen dinero ni opinión, ni fuerza de voluntad y miles de cosas que les cambia la calidad de vida.

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