En mi defensa a mi adicción, puedo decir que ÉL lo propicia (por ser una especie de hombre fatal) y ante su falta de atención cada vez mayor.
La adicción es la típica en todas las historias de amor basadas en el encaprichamiento. Todo comienza cuando el objeto de tu adoración te da una dosis embriagadora y alucinógena de algo que jamás te habías atrevido a admitir que necesitabas -un cóctel tóxico-sentimental- quizás, de un amor estrepitoso y un entusiasmo arrebatador-. Al poco tiempo empiezas a necesitar desesperadamente esa atención tan intensa con esa ansia obsesiva típica. Si no te dan la droga, tardas poco en enfermar, enloquecer y perder varios kilos (por no hablar del odio que te ha fomentado la adición que ahora se niega a seguirte dando eso tan bueno).
Y pues, ya está. Ya has llegado al destino final del amor caprichoso: la más absoluta y despiadada devaluación del propio ser.
La adicción es la típica en todas las historias de amor basadas en el encaprichamiento. Todo comienza cuando el objeto de tu adoración te da una dosis embriagadora y alucinógena de algo que jamás te habías atrevido a admitir que necesitabas -un cóctel tóxico-sentimental- quizás, de un amor estrepitoso y un entusiasmo arrebatador-. Al poco tiempo empiezas a necesitar desesperadamente esa atención tan intensa con esa ansia obsesiva típica. Si no te dan la droga, tardas poco en enfermar, enloquecer y perder varios kilos (por no hablar del odio que te ha fomentado la adición que ahora se niega a seguirte dando eso tan bueno).
Y pues, ya está. Ya has llegado al destino final del amor caprichoso: la más absoluta y despiadada devaluación del propio ser.
Comentarios
Publicar un comentario